Época: Bliztkrieg
Inicio: Año 1940
Fin: Año 1940

Antecedente:
La invasion de Francia

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

Durante los dos días en que los poderes públicos del Estado permanecieron dispersos por varios castillos del valle del oira, [Churchill había tratado de decidir a su aliado a proseguir la lucha, pero de hecho se daba cuenta de la imposibilidad de hacerlo en territorio metropolitano. Así, el acuerdo firmado en abril, según el cual ninguna de las dos partes firmaría con Alemania la paz por separado, se vería gradualmente sustituido de forma tácita por la aceptación de la situación. Pero se mantenía la fundamental cuestión de la potente flota de guerra francesa, que se conservaba intacta y que en caso de caer en poder de los alemanes desequilibraría el balance de fuerzas en el Mediterráneo, en el que Inglaterra ostentaba la supremacía.
Mientras tanto, se ha hecho pública la declaración de ciudades abiertas para todas las aglomeraciones mayores de veinte mil habitantes, para evitarles una suerte similar a la sufrida por la destruida Rotterdam. Edouard Herriot, presidente de la Cámara de Diputados y alcalde de Lyon, había impulsado esta medida tras el ataque que había sufrido su ciudad por parte italiana. En una Burdeos convertida en sede provisional de los poderes de la República, el clima se torna agobiante alrededor de los personajes que en esa hora van a decidir el destino de Francia como principales actores del drama que se está representando.

Allí se van a enfrentar de forma definitiva dos posturas opuestas e irreconciliables. Por una parte, la sostenida por los partidarios de la continuación de la lucha a toda costa, y por otra, la de quienes apoyan la solicitud de armisticio al agresor, actitud ésta que progresivamente va ganando más partidarios con el paso de las horas. Ya para entonces el general De Gaulle había hecho la propuesta del traslado del Gobierno a Quimper, en Bretaña, con la finalidad de organizar desde allí la resistencia mientras el presidente y las cámaras marchaban a Ultramar. Pero a pesar del apoyo que esta opinión recibe por parte de Paul Reynaud, los generales del Estado Mayor no la aceptan y es rechazada.

Uno de los más expresivos testimonios acerca de la atmósfera reinante en el Burdeos de aquellos momentos es el ofrecido por el historiador Emmanuel d'Astier. En él habla de una ciudad llena de rumores, en la cual cada edificio público abrigase un proyecto o un complot, mientras en la calle se arrastraban multitudes de refugiados carentes de alimentos y alojamiento. Las actitudes derrotistas encuentran aquí de esta forma un idóneo campo abonado para su rápida expansión. De Gaulle habla en sus memorias de la desidia y el abandono con que la clase política y la militar aceptaban los hechos consumados sin tratar de hacer nada para evitar el desastre. Con su personal estilo literario termina afirmando: "A la luz del rayo sobre la nación, el régimen aparecía en su terrible invalidez, en total desproporción y en total desconexión con la defensa, el honor y la independencia de Francia".

Durante la jornada del 16 de junio, mientras los blindados de Rommel avanzan cerca de trescientos kilómetros por territorio francés sin hallar resistencia alguna, en el puerto de Burdeos se lleva a efecto una importante operación. Las reservas de oro y otros metales preciosos de los Bancos nacionales de Francia, Suiza, Bélgica y Polonia son embarcadas para ser trasladadas, vía Casablanca y Dakar, hasta los depósitos estatales de Canadá y los Estados Unidos.